UNA FRACCIÓN DE IDENTIDAD

Respiro el aire del occidente antioqueño y dejando atrás la tenue niebla del páramo de Sonsón, nos adentramos en las tierras dulces del municipio de Frontino, 255 kilómetros de carretera aproximadamente, son devorados por el vaivén de las ruedas de los buses. Un viaje que transporta asombro por empaparnos de otras culturas, otros olores, otros sabores  y otros ambientes no tan comunes para nuestro vago conocimiento. En este caso, nuestra visita al municipio de Frontino eran asuntos académicos, principalmente, un reportaje fotográfico en búsqueda de resaltar algo de la cosmogonía y cosmovisión de los resguardos indígenas Emberá Catíos de este territorio. Murrí, un resguardo indígena lleno de toda su esencia ancestral y cultural, era nuestro foco principal para desarrollar el reportaje fotográfico, aunque yo primordialmente no iba en ese tono de tomar fotos, sino de conocer y ver que era un indígena en su esencia.

Luego de un viaje agotador de más de cinco horas, Frontino, el emporio panelero de Antioquia nos recibe con un caluroso abrazo, y los rayos del sol incrementan la temperatura cerca a los 26 grados, y no solo sube la temperatura, sino las expectativas por conocer a estos supuestos indios.

Al poner mis pies sobre las calles frontineñas, el olor a nuevo se desprendía por todo el entorno, digo nuevo,  porque lo primero que veo son rostros de indígenas, rostros no tan particulares, que por las calles sonsoneñas es escaso encontrar.

Como todo ser humano las cosas nuevas y desconocidas nos asombran; la mente humana siempre ha querido conocer que hay más allá de lo que nuestros ojos pueden observar. Cosas tan simples como una persona con color de piel diferente y rasgos físicos no tan comunes para mi vista, son el  centro de atención y lo que le da sentido a esta visita a Frontino.

Mi mente estaba predispuesta a que los indígenas de esta región tenían muy arraigadas sus raíces ancestrales, y que lo que iba a encontrar allí, eran hombres y mujeres semidesnudos y cosas así por el estilo, pero no fue así, los comentarios al aire que había escuchado mentar eran falsos. Particularmente una mujer físicamente indígena, tenía unos audífonos, un celular y vestía sus trajes indígenas, lo que impacto al instante mi atención y borró de mi mente estos imaginarios estúpidos, pero quizás no sea solo mi pensamiento inculto e ignorante, sino la ingenuidad y el crecimiento de la modernización el que ha cambiado nuestras realidades sociales.

El empoderamiento de la modernización ha hecho que las culturas locales se opaquen, y el supuesto desarrollo solo ha traído una vida material inconsciente, sacrificando conquistas sociales, deshaciendo creencias, tradiciones y prácticas culturales, sin tener conciencia de que estas comunidades son las portadoras del conocimiento y del cambio que necesita la sociedad.

Con anticipación al viaje, nuestro principal enlace con los indígenas fue la promotora de desarrollo del municipio de Frontino, Claudia López, la cual muy amablemente al inicio nos dio la información básica sobre los indígenas y nos programó la visita a la comunidad de Murrí, a la que lastimosamente por cuestiones climáticas no pudimos entrar. Aun así, nuestro viaje a Frontino no podía ser en vano, por lo que la funcionaria nos propuso ir a unos resguardos más cercanos, Nucidó y Rio verde. La salida quedó programada para las nueve y media de la mañana del día siguiente y sin más que hacer nos dispusimos a esperar.

Omitiendo detalles de la noche y parte de la mañana la hora de salida llegó, algunos alimentos para compartir, cámaras fotográficas, una libreta y la mejor energía era lo que nos acompañaba.

Un viejo carro blanco nos recoge y nos damos con la sorpresa de que la promotora no nos podía acompañar, por lo que quedamos a la deriva de nuestros pocos conocimientos, Claudia contactó a Luz Dary, una joven líder del resguardo Nucidó, y nos dijo que ella nos colaboraba con las fotografías. Camino al resguardo pensaba de nuevo un poco predispuesto creyendo que el lugar para dónde íbamos era como un desierto, sin energía, sin agua y sin señal; pensé que para donde iba solo eran indios y monte.

Vaya sorpresa me llevo cuando el señor del carro nos dice, llegamos. Antes de bajarme del punto de soldadura solo detallo la estructura de la casa, cuatro palos sosteniendo unas viejas latas, unas hamacas, un televisor y una antena de DirecTV, pienso, aunque no sean las mejores condiciones para vivir, tienen energía, señal y televisión.

Doña Luz Dary y doña Pastora, nos reciben encarecidamente en su humilde vivienda, brindándonos la hospitalidad y el calor de hogar que ninguna casa hecha en material guarda en su interior.

Al entrar en el quiosco, quedé impactado con la energía que trasmitían los niños. En el aire flotaban sonrisas y palabras desconocidas de un lenguaje fascinante que se fusionaba con el aroma del campo. Al estar allí, divagaba en mi cabeza cantidad de cuestiones, ¿Quiénes somos? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Qué necesitamos para ser felices? Y muchas otras cosas que quizás no vengan al caso.

Observaba como caminaban, como jugaban, como hablaban, con miraban, como respiraban, pero solo los observaba. Escuchaba su dialecto, su respiración, sus sonidos, sus deseos, pero solo los escuchaba, Olía su aire, su ambiente, sus olores, sus esencias, pero solo los olía; saboreaba sus palabras, sus sabores, sus alimentos, pero solo los saboreaba, sentía sus costumbres, sus artesanías, sus tradiciones, pero solo las sentía. Solo observaba, escuchaba, olía, saboreaba, sentía y pensaba. Pensaba en su cultura, pensaba en cómo han derramado su sangre en los campos por conservar sus tradiciones, su lengua, su existencia. Pensaba en cómo las sociedad se está homogenizando y volviendo tan moderna. No digo que no tengan derecho a la tecnología, no digo que se queden en el pasado, solo digo que no pierdan sus virtudes de seres humanos integrales con la visión de conservar su madre tierra, su lengua y sus tradiciones.

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Lévi Strauss nos habla de tres aspectos fundamentales, la naturaleza, la cultura y el espíritu humano para hacer del individuo una misma estructura que se designa en la palabra y en la lengua como un símbolo temático de cada cultura; por esto aunque la globalización, la modernización, el consumismo y la industrialización nos quieran avasallar no podemos perder nuestra esencia, y debemos reconocernos y apropiarnos de nuestra lengua, de nuestra región, de nuestra raza, de nuestra cultura y de nuestra identidad, así seamos indígenas, campesinos, negros, blancos, lo que sea, siempre debemos luchar por conservar nuestras raíces y no perder nuestro sentido humano de seres sociales con identidad.

Aunque no se quiera, hay cambios radicales en las concepciones culturales indígenas, ya que su relación con las no indígenas o más “civilizadas”  han generado una pérdida cultural y de identidad que ha tenido un impacto desproporcionado en estos grupos étnicos.

Es tanto que su relación con las sociedades más civilizadas han generado rupturas sociales y emocionales creando estereotipos entre las mismas comunidades, llegando al punto de sentir vergüenza de su propia identidad.

Considero que la cultura se enriquece con la práctica constante de las tradiciones ancestrales y la transmisión de conocimiento a las nuevas generaciones; así como doña Pastora y Luz Dary preservan su identidad y cultura por medio de las artesanías.

Y bueno, aunque un indígena no era lo que pensaba, me voy contento de Frontino, con una nueva mirada de la cultura indígena, con la experiencia de poder relacionarme con ellos, aprender  y llevarme para mi colección de conocimientos, un poco de su vida, una fracción de su identidad, de su historia y de sus tradiciones.

 

Óscar Hurtado López

Escribir con el alma

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